Es una de las paradojas de nuestra época que la cuestión
más importante del siglo XXI, aquella que va a marcar a nuestra
generación y a todas las que han de venir, sea casi totalmente ignorada
por la mayor parte de los mass media, de los economistas y de la generalidad de
la población. Me refiero al Pico de Hubbert, el Pico máximo de
producción petrolera en el mundo.
Si el petróleo barato y abundante permitió el desarrollo
acelerado del mundo en el siglo XX, la situación de penuria en el siglo
XXI anuncia un cuadro económico totalmente diferente pues no existe
ningún substituto para la cantidad de petróleo ahora (aún)
consumida por el mundo (cerca de 85 millones de barriles por día)
El fin anunciado de la era del petróleo marca un momento crucial y
decisivo en los destinos de la humanidad, señala un nuevo paradigma
histórico. Él provoca problemas muy complicados y que comienzan
desde ya. Después del fin, nada será como antes pero mucho
antes del fin el problema comienza ya a manifestarse.
Tal como en las novelas de misterio, el mejor escondite para un objeto es un
lugar que esté a la vista de todos. En el caso del pico petrolero,
él también está a la vista de todos pero parece que
pocos lo ven. Prácticamente
TODO
de la historia contemporánea puede ser explicado y entendido a la luz
del pico petrolero es la cuestión central de nuestro tiempo.
En verdad, se puede clasificar a todos los países productores de
petróleo del mundo en dos grandes categorías: aquellos que ya
alcanzaron el Pico (la gran mayoría, México inclusive) y los que
aún no lo alcanzan. Estos últimos son constituidos por pocos
países, la mayor parte de ellos pequeños productores desde el
punto de vista cuantitativo. Los únicos grandes productores que
aún no alcanzan el pico son Brasil y Angola.
Muchos entienden (incorrectamente) que la cuestión del Pico es la
cantidad absoluta del petróleo aún remanente en el mundo. No es
así. La cuestión crucial es, si, la tasa de producción
posible. El mundo ya alcanzó la tasa máxima de producción
posible y nada hay que hacer en cuanto a eso. Las pseudosoluciones difundidas
por los media, tales como los petróleos no convencionales (como el
óleo de Bakker, los esquistos bituminosos de Canadá, el deep
offshore, el polar, los biocombustibles líquidos, renovables en general,
etc) no pueden de modo alguno satisfacer el déficit de producción
del petróleo convencional que se avecina.
El ratio EROEI
En realidad, todas las soluciones planteadas para satisfacer el déficit
de la producción de petróleo convencional se enfrentan con un
obstáculo mayor e insuperable: el del ratio EROEI (Energy Returned On
Energy Inputed). Esta tasa es inexorable e implacable. Ella tiene la gran
ventaja de recurrir a unidades puramente físicas, dejando de lado
ilusiones monetarias. Por cada barril de petróleo invertido en la
producción de petróleo se obtiene un retorno cada vez menor. En
la década de 1930 se obtenían cerca de 100 barriles de
petróleo por cada barril invertido en su producción. Hoy,
ésta proporción es mucho menor y andará en torno de los
15. En algunos casos del petróleo no convencional la proporción
es aún peor. Ejemplo: la explotación de los carbones bituminosos
que solo resulta en cerca de tres a cuatro barriles de producción por
cada barril invertido (sin hablar del gigantesco desperdicio de gas natural
necesario para su producción.
En tanto, el objetivo de esta comunicación no es exponer tecnicidades
relativas al Pico petrolero y si examinar sus consecuencias económicas,
sociales y políticas. Para las cuestiones técnicas, se pueden
consultar los numerosos trabajos de Colin Campbell, Jean Laherrere, Robert
Hirsch, Gail Tverberg, así como los textos de la ASPO (Association for
Study of Peak Oil).
Cuando se habla del Pico Petrolero toda la gente piensa inmediatamente en los
aspectos geopolíticos del problema. Este es, naturalmente, el aspecto
más evidente. Basta ver las sucesivas agresiones imperialistas para la
captura de las reservas remanentes en el mundo, con las invasiones de Iraq,
Afganistán, Libia, las amenazas actuales a Siria y a Irán, la
creación por el gobierno de los Estados Unidos de un Comando para
África en sus fuerzas armadas, etc. Las guerras depredadoras por
recursos son hoy noticia diaria de los periódicos.
Esos son aspectos notorios que están a la vista de todos. Pero hay
también más sutiles que se están verificando en este
momento y cuyas causas profundas son el Pico Petrolero. Tomemos un ejemplo
aleatorio, uno entre muchos, para ilustrar: el caso de la reciente
Revolución egipcia. Se puede afirmar que tuvo como causa subyacente la
superación del pico. Cuando la producción de petróleo de
Egipto comenzó a declinar, el rendimiento de las exportaciones del mismo
consecuentemente comenzaron a disminuir. Pero estos constituían una
fuente importante del presupuesto del Estado egipcio. Gran parte de los
beneficios sociales de su pueblo (educación, salud, etc) están
así financiados y tales beneficios comenzaron progresivamente a
controlarse. Por tanto, tuvo inicio ahí la insatisfacción social,
que finalmente llegó a la gran revuelta popular conocida por todos. Este
ejemplo da una idea de algo que está pasando en muchas partes del mundo.
En tanto, podemos y debemos generalizar intentando ir un poco más
allá en el nivel de la abstracción. Se puede también
afirmar que el actual endeudamiento generalizado Estados,
municipalidades, familias, empresas financieras y no financieras en los
principales países capitalistas del mundo tiene como causa profunda el
inicio del agotamiento del petróleo en el mundo pues el estancamiento
del crecimiento perjudica la capacidad de reembolso.
Marx, en el Tercer Libro de
El Capital,
explica la ley de la renta diferencial de explotaciones mineras. Se verifica
que el agotamiento de recursos fácilmente extraíbles obliga a
buscar aquellos con mayor dificultad de extracción (más
distantes, con proporciones de mineral menores, con más dificultad de
extracción etc) y la renta diferencial disminuye así. Eso es
válido para toda y cualquier explotación minería y
también para el petróleo.
En este momento los campos grandes y antiguos del mundo, de extracción
fácil (Gawar, Cantarell, ...), ya rebasaron el pico y están ahora
en el lado derecho de la curva del declive. A medida que éste
petróleo viejo se agota sería preciso sustituirlo por
producción de campos nuevos, de menores dimensiones y de
extracción más difícil. Pero
la producción mundial ya está estancada hace varios años
a pesar de los precios altos
. Solo, simplemente para conseguir mantener en el futuro los niveles de
producción actuales sería preciso inversiones cada vez más
colosales con perforaciones cada vez más profundas (deep offshore, etc),
en lugares cada vez más inhóspitos (zonas polares, etc) y con
tasas EROEI cada vez peores. Se trata por tanto de un problema de
extracción y no de dimensión absoluta de las reservas remanentes.
Todo eso indicia un problema sistémico. Se debe notar que nos referimos
aquí a realidades puramente físicas, poniendo de lado miradas
monetarias.
Examinando el asunto por el lado de las reservas (y no de la tasa de
extracción), se verifica aún que países productores
tenderán a mantener para si mismos el petróleo remanente en sus
territorios. Así, independientemente de la capacidad técnica y
financiera para aumentar la tasa de producción, la cantidad disponible
para exportación necesariamente disminuye. El ejemplo de Indonesia,
país que desde el punto de vista formal continúa en la OPEP, es
significativo.
La acumulación es inherente al modo de producción capitalista.
Por su naturaleza, este modo de producción tiene que crear un excedente
pues es eso lo que garantiza su sobrevivencia. El crecimiento vertiginoso del
siglo XX se debe básicamente a la existencia de un combustible abundante
y barato: el petróleo (así como la Revolución Industrial
del siglo XIX se debe al carbón). Ahora, cuando el petróleo
comienza a escasear surge un problema estructural: el sistema comienza a
patinar, a girar en seco, pues no puede crecer. Esto explica los
fenómenos del endeudamiento y la financiarización. Endeudamiento
porque gran parte de la inversión efectuada hasta ahora contaba con el
crecimiento futuro a fin de generar recursos para poder ser reembolsado.
Financiarización porque capitalistas, desesperados en busca de la
ganancia, pasaron a intentar obtener dinero a partir del dinero sin actividad
productiva real. Se puede afirmar que la Crisis desencadenada en 2008 tiene
ahí su génesis real.
El problema sistémico es que 1) las deudas contraídas en el
pasado contando con el crecimiento futuro tienen que ser pagadas; y 2) la
obtención de dinero a partir del dinero, sin pasar por la etapa
intermedia de la mercancía, no puede perdurar para todo y para siempre.
En relación al primer punto, la solución es de una evidencia
meridiana e ineluctable: deudas que no pueden ser pagadas no lo serán.
Los acreedores no gustan de tal solución y, por tanto, intentan resolver
su problema de otras formas como la esclavización de países
(Grecia,...) y clases sociales deudoras (un neofeudalismo en que estas
serían siervas de sus deudas). Es lo que está ocurriendo en
países de capitalismo viejo como los Estados Unidos, Europa
y Japón, ahora en camino a la decadencia.
Todo conjugado, verificamos que estamos en la inminencia de desordenes
telúricas en el sistema mundial. El mundo tal como los conocimos
cambiará en nuestra generación. Los breves cien años de
crecimiento (poblacional inclusive) proporcionados por el petróleo
están acabándose y eso significa una avería insanable en
un modo de producción que exige la acumulación indefinida. No
existen remedios tecnológicos que puedan resolver el problema. Tenemos
que cambiar de paradigma, con una dieta forzosa de energía. En realidad,
no es solo de energía pues el caso del petróleo es apenas un
aspecto particular del caso más general de agotamiento de los recursos
planetarios (uranio, minerales diversos, madera, la propia agua,...) Es
precisos revisitar el estudio de los Límites del
crecimiento, de 1972, tan vilipendiado por economistas vulgares.
¿Que hacer?
El primer paso para la resolución de un problema es reconocer que
él existe. Hasta ahora el mundo permaneció en la ignorancia del
problema, o, peor aún, en la negación del mismo. Reconocer la
realidad del Pico Petrolero es traerla al debate público, como la
cuestión central de nuestro tiempo y es una tarea apremiante y urgente.
El Pico Petrolero debería permear todo el discurso político,
todos los proyectos sociales y económicos que se tienen a la vista
con el abandono del paradigma de los recursos infinitos. En tanto, la
consciencia del Pico Petrolero continúa restringida a círculos
especializados y por tanto el necesario debate en la sociedad aún
está lejos de ser generalizado. Eso es también una
responsabilidad de aquellos que como nosotros se interesan en
participar de la vida social y política.
En segundo lugar, tenemos que promover medidas que: 1) no agraven el problema
con proyectos de inversión ruinosos amoldados a la idea de recursos
infinitos (nuevos aeropuertos, autopistas, ...); y 2) tiendan a amenizar el
problema manteniendo patrones de justicia equitativa entre los países
(sean o no productores de petróleo) y entre las diferentes clases
sociales.
Los problemas relacionados con la tasa de extracción son inmediatos pero
aquellos relativos al inexorable agotamiento de los stocks existentes en el
planeta son a plazo más largo (40 o 50 años, tal vez). En cuanto
a este último, debemos tener en mente que hay diferentes maneras de
caminar en la curva del declive. Una es la forma brutal de la guerra por
recursos con una repartición altamente injusta de dotación
existente del oro negro entre países y clases sociales. Otra, es una
forma civilizada en que los problemas inevitables serán tan minimizados
como sea posible.
La forma civilizada podría ser un acuerdo internacional en los marcos
del Protocolo de agotamiento del petróleo redactado por el
Dr. Collin J. Campbell (ver
http://resistir.info/energia/depletion_protocol_p.html) que establece bases
para un programa de transición (el parlamento portugués lo
aprobó formalmente, pero es ignorado por el gobierno). El protocolo
pretende:
-
Impedir el aprovechamiento especulativo de la escasez
(profiteering),
de modo que los precios del barril puedan permanecer en un relacionamiento
razonable con el costo de la producción;
-
Permitir a los países pobres hacer frente con sus importaciones;
-
Evitar desestabilizar flujos financieros consecuentes de precios del
petróleo excesivos;
-
Concientizar a los consumidores y evitar el desperdicio;
-
Estimular el desarrollo de energías alternativas.
Tenemos que prepararnos para un mundo cada vez menos energívoro. Hoy,
los países que tienen gobiernos más lucidos ya toman medidas para
facilitar la transición. Suecia por ejemplo tiene un programa ambicioso
para eliminar el petróleo de su economía, con producción
de biometano en gran escala. Los parlamentos de Australia y de Gran
Bretaña hicieron comisiones de estudio acerca del Pico Petrolero y
formas de minimizarlo. Los gobiernos de Irán y de Paquistán
estimulan activamente la substitución de refinados del petróleo
en los transportes por vehículos de gas natural (ya existen 2,8 millones
en cada uno de estos países) y el de la India hace lo mismo (ya existen
1,1 millón). China y Australia ya usan el gas natural licuado (GNL) en
los camiones pesados. Los ejemplos podrían multiplicarse.
Considerando que la mayor parte del petróleo del mundo es consumida en
el sector de los transportes y es ya deseable reducir su consumo lo más
posible en beneficio de las generaciones futuras y de utilizaciones
inmediatas más prioritarias (fertilizantes agrícolas,
agro-defensivos, plásticos, química fina, etc) será
una buena idea comenzar por substituir los refinados del petróleo en el
sector del transporte. El combustible más prometedor para ello es el
metano, el principal constituyente del gas natural. En los transportes
(camiones, autobuses, ferris, navíos, etc) él puede ser utilizado
bajo la forma comprimida (GNC) o licuada (GNL). Al contrario del
petróleo, el gas natural también puede tener origen no
fósil: es el caso del biometano, una energía renovable producida
a partir de residuos y que no compite con la producción alimentaria.
Queridos amigos:
Durante millares de años nuestra especie vivió en este planeta
sin recurrir al petróleo. Y su fin anunciado puede, por tanto, no ser
una tragedia si sabemos hacer la transición. Nuestra reacción
tendrá que ser adaptativa, como siempre se dio a lo largo de toda la
historia humana frente a sacudidas fuera de su control. La verdadera tragedia
no está en el fin del petróleo y si en el capitalismo. Este modo
de producción y de distribución es el que impide la
sustentabilidad de nuestro planeta. Si no lo superamos, en esta fase del mundo
pos Pico Petrolero, tendremos la intensificación de la barbarie: guerras
depredadoras por recursos naturales, distribución cada vez más
injusta de la riqueza remanente y todo su cortejo de secuelas. Pero hay varios
futuros posibles. Toca a nosotros luchar por los más justos.